La pista de chapas. El otro día Tomás trabajaba en el taller. No era ningún encargo, ni ninguna pieza del catálogo, lo hacía simplemente por puro placer. Estaba construyendo una pista de chapas pero no como la de antes, para eso le hubiese bastado con una tiza o algo con la que marcar el suelo. No, esto era otra cosa, era la top de las pistas de chapas con sus puentes y curvas temáticas dedicadas a cada uno de los juegos que llenaban las tardes de su infancia. Al verla solo pude pensar en una cosa : ¡Cuanto hubieran fardado aquellos alicates con una pista como esta!
La pista de chapas: juegos tradicionales para niños
En aquellos tiempos en los que mi padre era un zagal, no abundaban precisamente los juguetes sino más bien los ingenios para fabricarse alguno. Uno de los entretenimientos más conocidos era el de la carrera de las chapas. El otro día me hablaba precisamente de este juego y yo no sé si será así, pero lo cierto es que cuando uno escucha aquellas historias de la infancia tiene la sensación de que era casi más divertido el proceso de búsqueda y fabricación del elemento de juego que el juego en sí.
“Ahora os parece muy simple conseguir una chapa “suele comentar, “pero entonces los refrescos eran casi un elemento de lujo y teníamos que acudir al bar a mendigar el preciado tesoro”. Y creo que dice bien al decir tesoro porque las chapas, los cromos, los pitos de barro además de elementos de juego eran también como una especie de moneda de cambio entre los chavales y el pago de las diferentes apuestas que se hacían durante el juego. Una vez conseguida la chapa, recortaban un santo o cromo generalmente con la cara de un ciclista para colocarlo en la chapa y a continuación realizaban una autentica artesanía (impensable de realizar por un chiquillo en nuestros días) con algún trozo de vidrio que encontraban por la calle . Este, se canteaban con toda la paciencia del mundo en algún bordillo para que encajara perfectamente en la chapa. Aquel vidrio tenía una doble función, por un lado la de proteger y por otro lado, y mucho más importante, la de darle peso a la chapa. Para adherir el vidrio a la chapa y evitar que se saliera, no utilizaban como es evidente ningún adhesivo comprado sino que el “loctite” de la época era la pasta que utilizaban en las casas para sujetar los cristales en las ventanas y evitar que pasara el frío. Si tenías suerte y acababan de cambiar un cristal en casa tenías pegamento, sino lo más habitual era ir al cristalero y poner cara de bueno para que te diera un poca. Pero lo cierto es que la paciencia del cristalero no era infinita y si ya estaba cansado de las diferentes peticiones tenían que buscar un plan B. Este se encontraba en el pavimento de las calles. En concreto en el alquitrán que utilizaban para cubrir la junta que quedaba entre placa y placa de hormigón.
Crea tu pista de chapas
Y tras todas esas aventuras que podían durar toda la tarde llegaba el momento del juego .Es entonces cuando por fín se trazaba una pista en el suelo consistente en dos finas líneas que creaban un recorrido con curvas y otros obstáculos que había que recorrer en el menor número de tiradas y por supuesto sin salirse del mismo si no querías volver a comenzar. Para ello, el único motor que tenían aquellos ciclistas era el impulso creado por los dedos de cada uno de los participantes. Había que doblar el dedo incide, sujetarlo con el pulgar y tras orientar bien la dirección lanzarlo con todas tus fuerzas para impulsar a la chapa e intentar concluir el recorrido.
Unas cuantas décadas después de aquellas vivencias, por fin ha realizado la pista de sus sueños. Ahora ya tiene los materiales y un único deseo : compartir su pista en colegios, plazas de pueblo, buscando nuevos momentos de aventuras alrededor de unas chapas…